martes, 29 de octubre de 2013

El nombre de la rosa en las tablas: nuevo éxito de la novela de Umberto Ecco.



       Y al caer el telón un estallido de aplausos inundaron la sala. Garbi Losada, director de la obra, no defraudó a su público, la mayoría joven, estudiantes de 1º y 2º de Bachiller. La adaptación de El nombre de la rosa a las tablas duró alrededor de dos horas, y durante este tiempo, un gran elenco de actores, entre ellos el conocido Juan José Ballesta consiguieron mantener a un público difícil, envuelto en la trama hasta el último momento.

    
   No era tarea fácil para ellos conseguir la atención con una representación que se desarrolla en la Edad Media, con escaso decorado, lenguaje “antiguo” y zarrapastrosas ropas, pero aun así, lo consiguieron, ya fuera por el movimiento sobre el escenario, los cambios de vestuario y de decorados o por el continuo ir y venir de los personajes. Éstos, un pequeño grupo de actores, apenas una docena, lograron representar casi una veintena de papeles, mediante cambios de registro, posición o incluso modificaciones vocales.

    La obra se inició de la forma más insospechada: una niebla comenzó a cubrir el escenario, un olor a incienso llegó al patio de butacas. No acabaron aquí las sorpresas: un narrador nos situó en el contexto en el que se desarrollaría la obra, al subir el telón e iluminarse el escenario un gran libro lo ocupaba, único decorado de toda la obra, que se convertiría en mil y un lugares distintos pues lo mismo era un pasadizo, que una biblioteca, un patio, o la abadía entera.

    Del argumento de la obra, podemos decir que resultaba fácil de seguir con muertes inesperadas y misteriosas, frailes, monjes, discípulos que las investigan, bibliotecas llenas de secretos y de sabiduría, pistas, inculpaciones, sospechas, encubrimientos, miedo, terror, pánico y un libro, el libro prohibido; todo esto en tiempos de la Inquisición en una abadía en los Alpes en pleno siglo XIV.


    Quizás el éxito de la obra no esté en el argumento, que no tiene nada que desmerecer, sino en la brillante interpretación de los actores, tanto en lo referido al código verbal (tono, entonación, vocalización) como en el no verbal, con uno movimiento fluido y un muy buen conocimiento del papel que interpretan. La obra sorprendió y gustó, con todo esto no se puede hacer más que felicitar a todo el equipo por el magnifico trabajo que ejecutaron el 18 de octubre en el Teatro Gayarre, en la que era su primera representación en Pamplona. Dejaron el listón muy alto.

Paula Ferri.

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