martes, 29 de octubre de 2013



EL NOMBRE DE LA ROSA

Puedo afirmar que el viernes salí del Teatro Gayarre con unas expectativas completamente opuestas a las que tenía cuando acudí, junto con el resto de mis compañeros, a presenciar la representación de la obra El nombre de la rosa de Umberto Eco. Dicha obra, los alumnos que cursamos Literatura el año pasado la vimos en forma de película, y a pesar de que me pareció interesante, no consiguió llamar mi atención y conectar conmigo completamente. Es por ello que acudía al Teatro Gayarre no con especial entusiasmo.

Una vez allí y tomado asiento, me fue inevitable no fijarme en cada uno de los detalles que presentaba el escenario. A esto hay que añadir que para comenzar, se apagaron las luces, una niebla empezó a cubrir todo el recinto y un fuerte olor a incienso comenzó a hacerse notar cada vez más y más. Todo esto favoreció lógicamente a crear un ambiente previo, una especie de introducción para situar la obra. La obra narra las aventuras que Guillermo de Baskerville y su joven discípulo Adso experimentan en una abadía benedictiana situada en los Alpes, a la cual son enviados para tratar una reunión entre los enviados del Papa y los franciscanos. La sorpresa de estos se produce cuando una vez allí, una sucesión de asesinatos ataca  la abadía. Son encargados de investigar dichos  misteriosos crímenes y encontrar una solución, pero con una fecha límite, el día de la reunión.

La novela no se caracteriza por su humor o por su acción, sino que su factor característico es la intriga que perdura durante todo el desarrollo de la obra. A través de ella consigue que los receptores se mantengan entretenidos y activos en todo momento. Ayuda también el escenario y el decorado, no caracterizado por su belleza o por su colorido, sino todo lo contrario. Predomina la oscuridad y lo lúgubre, con los cuáles se consigue crear un cierto ambiente enigmático y curioso por el cual el receptor se mantiene siempre atento.

La obra me resulto muy entretenida y me pareció completísima en todos los aspectos. No sólo por la trama, también por el decorado y la labor de los actores. Me impresionó bastante el juego que dio el escenario en todo momento, variando su forma y su decorado. Demuestra cómo se puede adaptar todo el paisaje de una película, con sus grandes dimensiones, a un simple escenario de una forma sencilla. Mención especial creó que merecen los actores. A pesar de figurar nombres conocidos para el público, destaco el grupo en general. Hicieron un trabajo fantástico y consiguieron en mi caso mantenerme atento en todo momento durante las dos horas que duró la obra. Felicitarles por el enorme trabajo realizado y por último decir, que es una obra muy recomendable y en la que se disfruta mucho.

IÑIGO SUESCUN

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