El 18 de octubre, asistimos a la obra
teatral “el nombre de la rosa”, que es una adaptación de la novela de misterio
e histórica de Umberto Eco publicada en 1980. Esta historia está ambientada en
un ambiente religioso del siglo XIV.
La obra tiene lugar en el año 1327,
desarrollada bajo el papado de Juan XXII. El franciscano Guillermo de
Baskerville y su discípulo, Adso de Melk, llegan a una abadía benedictina
ubicada en los Alpes italianos. Guillermo debe organizar una reunión entre los
delegados del Papa y los líderes de la orden franciscana, en la que se discutirá
sobre la supuesta herejía de la doctrina de la pobreza apostólica, promovida
por los espirituales. Se investiga la extraña muerte de un monje, pero durante este proceso, tienen lugar la muerte
de otros monjes. Guillermo y Adso, intentan
resolver el misterio, llegando a descubrir que las muertes giran alrededor del
segundo libro de la Poética de Aristóteles. Todos los monjes muertos han
tenido, de una u otra forma, contacto con dicho ejemplar.
El mensaje de la obra es transmitir cómo
era la sociedad de la época, concretamente el alto y bajo clero. Un sector de la Iglesia defiende que ésta
debe mantenerse en la humildad y sencillez sin riquezas, mientras que el sector
formado por los representantes del Papa creían que debían conservar sus
privilegios y bienes. Los franciscanos consideran que el clero debe mantenerse
en la pobreza y únicamente centrarse en su objetivo religioso.
Yo creo que se
hace una fuerte crítica a la parte del clero más pudiente ya que la Iglesia de
esa época estaba centrada en la adquisición de bienes y riquezas. La forma de
actuar del clero no era la ideal, la que se debía de enseñar. Si no que todo giraba en torno a la mentira, engaño
y dinero.
Mientras se narra una aventura de
investigación criminal, trata de forma crítica cómo la Iglesia comete y seguirá
cometiendo crímenes de los que saldrán impunes. En gran parte esto es debido a
que la mayor parte de la población de aquel tiempo es analfabeta, por lo que
los únicos que pueden dirigir y controlarlos es la Iglesia.
Idoia Nuin
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